domingo, 29 de enero de 2017

Xul Solar y el Tao: las grafías



Entre 1958 y 1962, aproximadamente, el extraordinario pintor visionario Xul Solar realizó un conjunto de 300 obras en las cuales desarrolló nuevos sistemas de escritura. Estas obras se llaman “grafías”. Es pintura pero es escritura al mismo tiempo. 

Uno de esos sistemas de escritura es el ‘neocriollo’, que es lo que conocemos como una lengua artificial a posteriori, porque está creada a partir de la fusión de dos lenguas: el español y el portugués (aunque incorpora raíces del inglés alemán, francés, sánscrito, y el tupi guaraní, entre otros). Cuando Xul Solar hablaba sobre el neocriollo, afirmaba que es una lengua para la comunicación de los pueblos de América. Pero, en realidad, existen otros documentos que nos dicen que el neocriollo es una lengua para la unificación en términos espirituales de América.

Traducido por Marta Caproti, en esta obra, Xul Solar nos dice: 

De Tao Te Kin - Lao Tse (Lininie vieji) 
Lu Tao nen lu ley I Ching.
Yi sabe fine. 
Nen Paxli y Bei Santa Raza Mundo.

De Tao Te King - Lao Tsé (el viejo sabio) 
El camino en la ley I Ching.
Allí, conocimiento puro.
En paz y para la bella raza santa del mundo.



(Agradezco a María José Iglesias, coordinadora del grupo de Facebook: "Psicoanálisis y taoísmo: puentes colgantes", por compartir este texto)

jueves, 19 de enero de 2017

Todo encuentro es sagrado

Maestro Carpin Liu

Hace algunos años, recorriendo la tradicional Feria del libro de Buenos Aires, lo que en principio era un simple paseo literario con una querida amiga, se transformó,  en lo íntimo, en una experiencia de significado trascendente. Entre charlas con musulmanes, judíos, cristianos, budistas e hindúes en los distintos lugares de la feria, pasamos casi ‘casualmente’, y cuando ya nos íbamos, por un pequeño stand, olvidado en un rincón, y cuyo letrero rezaba: “Maestro Tao, Carpin Liu”. Mi sorpresa fue enorme. Carpin Liu había sido uno de mis primeros maestros taoístas, hace más de una década, cuando como adolescente apenas comenzaba mi búsqueda interior en el taoísmo filosófico. Profundo conocedor de la sabiduría taoísta, del significado profundo del I Ching y del arte del Feng Shui, hacia años que no tenía noticias suyas, y si había un lugar en el que nunca esperaba reencontrarlo, era como expositor en una Feria del libro. Me acerqué a saludarlo con un abrazo, y recordamos viejos tiempos y cursos compartidos en la Fundación Centro del Tao de la calle Franklin. En su generosidad, y quizás por la misma alegría compartida, me regaló y dedicó una copia del clásico taoísta Tao Te Ching, traducida por él mismo del chino al español. En esos momentos, mi felicidad era plena. A ello se sumaba el sabor de lo inesperado y lo causal. Prometí volver a comunicarme y me despedí, diciéndole lo contento que estaba por haberlo vuelto a ver. Liu me sujetó del brazo y me dijo: “Y nunca olvidar esa máxima taoísta eh, todo encuentro es sagrado”. Me fui con esas palabras, pensando y repitiéndolas en mi interior. “Todo encuentro es sagrado”. El maestro tenía razón, pese a que muchas veces, arrastrado por los ríos de la cotidianeidad, uno obviara en lo diario aquella vieja verdad. Todo encuentro es sagrado. Esas palabras quedaron en mi mente durante todo el viaje de vuelta. Recordándolas hoy, también me doy cuenta que este encuentro con cada uno de los visitantes de este blog, aún virtual y originado en distintas circunstancias, puede tener el mismo sentido trascendente. En este compartir que se genera entre taoístas anónimos que se congregan en este bosque, algo de nuestras humanidades se toca, y nos sumergimos en esa misma dimensión sagrada , propia del encuentro único entre dos personas con sentires parecidos, en búsqueda profunda. Quiero entonces, saludarlos hoy, aprovechando para celebrar la gozosa oportunidad de aprender y compartir en lo cotidiano con cada uno de ustedes.

Foto 1) Portada de la traducción del Tao Te Ching a cargo de Carpin Liu. Foto 2) "Para Juan Manuel, con todo cariño", la dedicatoria del maestro para el autor del blog

viernes, 13 de enero de 2017

Niño, Adulto, Maduro, Anciano. Las fases de la vida según la tradición hindú (por JM Romero)


"Niño, Adulto, Maduro, Anciano. Las fases de la vida según la tradición hindú", por JM Romero

La tradición hindú divide la vida del individuo en cuatro fases denominadas ashramas, definidas como un camino hacia la plenitud espiritual. Las dos primeras nos resultan familiares, pero el resto difiere sensiblemente de nuestros planteamientos: esa vejez que en Occidente busca mantener el espíritu de una eterna juventud, se propone en la India como un período de retiro y elevación espiritual que da sentido a la vida entera.

Brahmacharya es la fase de aprendizaje. El individuo se desarrolla físicamente y, auxiliado por los maestros adecuados, se familiariza con las mecánicas de la vida, tanto en lo interior como en lo exterior. Se le enseña el valor de la humildad, el esfuerzo y la disciplina. Se le prepara para afrontar con criterio la vida personal, familiar y comunitaria.

Garhasthya es la fase de la casa. En plenitud física, el individuo crea una familia, y se concentra en crear riqueza (artha) y satisfacer los deseos (kama). Estas actividades de índole materialista se llevan a cabo, eso sí, bajo el paraguas del dharma, el paradigma de conducta hinduísta: así, la riqueza se usará no para envanecerse y abusar sino para ayudar al prójimo, y el sexo será creativo y honorable, una vía hacia lo pletórico.

Durante la segunda fase de la vida, la persona vive inmersa en la sociedad. Se le exige una formalidad constante que, a menudo, bloquea el desarrollo de su naturaleza.

Vanaprastya es la fase del retiro. Agotada ya la primera mitad de la vida, toca abandonar las actividades mundanas y priorizar la vida interior. El aislamiento y la naturaleza facilitan esta orientación. En concreto, la tradición hindú sitúa al individuo en una morada apartada en el bosque. Puede seguir conviviendo con su cónyuge, y manteniendo relaciones personales, pero éstas se articulan en torno a lo espiritual.

Satisfechos los deseos, encarriladas las vidas de los hijos, el hombre abandona la vida mundana y, liberado de obligaciones civiles, se sumerge en la Naturaleza, recuperando el ritmo esencial. Sus posesiones se reducen a lo básico: una casita sencilla, algunos animales, quizá una barquichuela de pesca. Le acompaña su cónyuge y, de vez en cuando, recibe la visita de un amigo.

Sannyasa es la fase de la renuncia. El individuo lo abandona todo. Se despide de sus seres queridos y, con las mínimas posesiones, convierte al camino en su casa. Lo material ya no le importa. El deseo ya no existe. Se alimenta de lo que le otros le dan, duerme allí donde le atrapa la noche. Así, puede concentrarse en el encuentro entre su individualidad y el cosmos.

En la última fase de su vida, el hombre asume su desnudez esencial. Su casa es el camino, su techo es el cielo. Dispone únicamente de una tela para cubrirse y de un plato para mendigar comida.


JM Romero  es autor de Tao. Las enseñanzas del sabio oculto y una decena más de libros. Durante más de tres décadas viajó intensamente por el mundo. Ha vivido en Pondicherry, Vientiane, Shanghai y Chiang Mai.
Instruido en filosofías orientales desde su juventud, es un estudioso de las artes de la energía, en particular del qigong, el taichi y la dietética. El texto y las imágenes fueron tomados de su sitio web: www.jmromero.com

sábado, 7 de enero de 2017

Encuentra a los otros


Admítelo. No eres como ellos. No estás siquiera cerca de serlo. Puede que ocasionalmente te vistas como uno de ellos, mires los mismos despreocupados programas de televisión que ellos, quizás a veces incluso comas la misma comida rápida. Pero parece que entre más intentas encajar, más te sientes como un forastero, viendo a la ‘gente normal’ mientras siguen con sus existencias automáticas. Pues por cada vez que dices contraseñas del club como 'Que tenga un buen día’ y 'El clima está terrible hoy, ¿eh?’, adentro anhelas decir cosas prohibidas como 'Dime algo que te hace llorar’ o '¿Para qué piensas que es el deja-vu?’. Admítelo, incluso quieres hablar con esa chica en el elevador. ¿Pero qué pasaría si esa chica en el elevador (y el hombre calvo que pasa por tu cubículo en el trabajo) están pensando lo mismo? ¿Quién sabe lo que podrías aprender de aprovechar una oportunidad de tener una conversación con un extraño? Cada quien lleva una pieza del rompecabezas. Nadie llega a tu vida por mera coincidencia. Confía en tus instintos. Haz lo inesperado. Encuentra a los otros.

Timothy Leary