viernes, 21 de octubre de 2016

Confucio conversa con Lao Tsé


Escena de la película "Confucio" (2010), de Hu Mei, centrada en los últimos años de la vida del filósofo humanista chino, período que abarca desde su asunción en un cargo político a los 51 años, hasta su muerte a la edad de 73. Todo en el marco de una época en el que tiene lugar la apoteósica historia de enfrentamientos entre los Estados chinos. Nacido en el año 551 A.C. Confucio murió siendo un hombre muy importante para la cultura de su país, en un momento en la que se libraban innumerables guerras entre los distintos reinos. En ese contexto, el rey Lu aceptó la ayuda de Confucio, quien empleó su inteligencia y carisma para calmar su estado de conflicto interno y de guerras interminables. Pese a sus esfuerzos, las grandes potencias del Estado se sintieron amenazadas por el filósofo, por lo que Confucio terminó retirándose al exilio.
La película fue protagonizada por Chow Yun Fat y cuenta con esta breve escena donde Confucio imaginariza un diálogo con Lao Tsé, a quien considera su maestro.  


lunes, 17 de octubre de 2016

Tigre y Dragón


Tigre y Dragón. Representan la fuerza y la sabiduría. Pero no la fuerza entendida como fuerza física. Sino aquella fuerza que surge desde nuestro interior, el temple espiritual. 

Los orientales siempre han creído que el ser humano tiene dos fuerzas, la del cuerpo y la del espíritu. El cuerpo es la flecha y el espíritu es el arco. Aquella fuerza que verdaderamente trasciende todas las barreras y que nos eleva como personas, es la espiritual. 

Para representarlo, eligieron dos animales. Uno de ellos real, típico de Asia, y que expresa por su sola imagen majestuosidad y fortaleza. El otro fantástico, y también antiguo, para simbolizar aquello que no se ve pero que lleva en sí la comprensión de todas las épocas y de todos los tiempos. 

Fuerza y sabiduría. Del equilibro entre ambas, representado por el eterno símbolo del Yin y el Yang, surge el hombre sabio, aquel que sabe como vivir la vida, y que comprende el verdadero significado de la muerte.

viernes, 14 de octubre de 2016

El profeta loco (poesía)



El profeta loco 
es un personaje singular
dice lo que todos callan
su voz es contracultural.

Camina por tierras fangosas
a las que nadie quiere ir
lejos de las convenciones
su sabiduría es la de vivir.

Los demonios a los que se enfrenta
viven todos en su interior
luchando a contracorriente
en guerra contra su ego impostor.

La gente no entiende su Dharma
cuestiona su modo de andar
inquieta, perturba y conmueve
a la llamada sociedad normal.

Nadie es profeta en su tierra
dijo un sabio alguna vez
pero este profeta aún sueña
con un mundo girando al revés.

Poesía: Vagabundo del Tao (Juan Manuel Otero Barrigón)

Pintura: Jez

martes, 11 de octubre de 2016

Transformación


"Quisiera insistir en el hecho de que las religiones del Lejano Oriente -como el hinduismo, el budismo y el taoísmo, por ejemplo- no requieren de ninguna creencia concreta, no imponen obediencia a mandamientos emanados de las alturas y tampoco exigen la ejecución de ningún ritual específico. Su objetivo no son las ideas o las doctrinas sino que, por el contrario, constituyen un método para la transformación de nuestra conciencia y de nuestra sensación de identidad".

Alan Watts

sábado, 8 de octubre de 2016

Cuentos del Taoísmo y el Budismo Zen


Libros
Había un reconocido filósofo y docente que se dedicó al estudio del Zen durante muchos años. El día que finalmente consiguió la iluminación tomó todos sus libros, los llevó al patio y los quemó.

Desterrando a un fantasma
La esposa de un hombre estaba muy enferma. En su lecho de muerte le dice, "¡Te amo demasiado!, no quiero dejarte, y no quiero que me traiciones. Promete que no verás otras mujeres cuando yo muera o volveré para rondarte. 
Durante varios meses después de su muerte el marido evitó a otras mujeres, pero conoció a alguien y se enamoró. En la noche que se comprometieron, el fantasma de su difunta esposa se le apareció. Ella lo acusó de no cumplir con la promesa, y volvió todas las noches para atormentarlo. El fantasma le recordaba todo lo que habían pasado él y su prometida ese día, hasta el punto de repetir, palabra por palabra, las conversaciones que habían tenido. Esto lo trastornó tanto que no pudo dormir nada.
Desesperado buscó el consejo de un maestro Zen que vivía cerca del pueblo.
"Este fantasma es muy listo", dijo el maestro luego de oír la historia del hombre.
"¡Lo es!", contestó el hombre. "Recuerda cada detalle de lo que dije e hice. ¡Lo sabe todo!"
El maestro sonrió. "Deberías admirar a un fantasma así, pero yo te diré que hacer la próxima vez que aparezca."
Esa noche el fantasma regresó. El hombre hizo exactamente lo que le había dicho el maestro.
"Eres un fantasma muy sabio", dijo, "Sabes que no te puedo esconder nada. Si puedes responderme una pregunta, romperé el compromiso y permaneceré soltero por el resto de mi vida".
"Haz la pregunta", contestó el fantasma. El hombre sacó un puñado de frijoles de una gran mochila que estaba en el piso, "Dime exactamente cuantos frijoles tengo en mi mano".
En ese momento el fantasma desapareció y no volvió nunca más.

Buda cristiano
Uno de los monjes del maestro Gasan visitó la universidad en Tokio. Cuando regresó, le preguntó al maestro si alguna vez había leído la Biblia cristiana. "No", respondió Gasan, "por favor léeme algo de ella". El monje abrió la Biblia en el Sermón del Monte de San Matías, y empezó a leer. Después de leer las palabras de Cristo sobre los lirios en el campo, se detuvo. El maestro Gasan permaneció en silencio durante un largo tiempo. "Sí", dijo finalmente, "quien haya pronunciado estas palabras es un ser iluminado. ¡Lo que acabas de leerme es la esencia de todo lo que he estado tratando de enseñarte aquí!"

Persiguiendo dos conejos
Un estudiante de artes marciales se aproximó el maestro con una pregunta. "Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender contigo quisiera aprender con otro maestro para aprender otro estilo. ¿Que piensas de esta idea?" "El cazador que persigue dos conejos", respondió el maestro, "no atrapa ninguno".

Una situación tensa
Un día mientras caminaba a través de la selva un hombre se topó con un feroz tigre. Corrió pero pronto llegó al borde de un acantilado. Desesperado por salvarse, bajó por una parra y quedó colgando sobre el fatal precipicio. Mientras el estaba ahí colgado, dos ratones aparecieron por un agujero en al acantilado y empezaron a roer la parra. De pronto, vio un racimo de frutillas en la parra. Las arrancó y se las llevó a la boca. ¡Estaban increíblemente deliciosas!

Destino
Durante una batalla, un general japonés decidió atacar aún cuando su ejército era muy inferior en número. Estaba confiado que ganaría, pero sus hombres estaban llenos de duda. Camino a la batalla, se detuvieron en una capilla. Después de rezar con sus hombres, el general sacó una moneda y dijo, "Ahora tiraré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Se es cruz, perderemos. El destino se revelará". Tiró la moneda en el aire y todos miraron atentos como aterrizaba. Era cara. Los soldados estaban tan contentos y confiados que atacaron vigorosamente al enemigo y consiguieron la victoria. Después de la batalla, un teniente le dijo el general, "Nadie puede cambiar el destino"."Es verdad", contestó el general mientras mostraba la moneda al teniente, que tenía cara en ambos lados.

El general y su reliquia
Había un general que estaba en su casa apreciando su colección de antigüedades, cuando de repente casi se le cae un precioso jarrón.
-¡Oh! ¡Qué susto!
Pensó: "Ya he dirigido millares de soldados, enfrentando diversas situaciones de vida o muerte y jamás me atemoricé. ¿Por qué será que hoy por causa de una vasija me asusté de esa manera?”.
Finalmente, él comprendió que el hecho de tener en su mente “deseo y rechazo” era la causa de su miedo. Entonces simplemente arrojó la valiosa vasija y la quebró.

La puerta del paraíso
Un gran general preguntó al maestro:
-¿Realmente existen el paraíso y el infierno?
-¿Usted qué hace?
-Soy un general.
-¡Haa! ¿Qué general? ¡Mas bien parece un carnicero!
-¡¿Qué?! -dijo furioso el general- ¡Lo voy a matar!
-En este momento se abre la puerta del infierno.
-Disculpe, perdí mi postura...
-En este instante se abre la puerta del paraíso.

Ni más ni menos
Existía un hombre muy rico que a pesar de tener mucho dinero tenía una naturaleza mezquina. No soportaba el hecho de gastar ni siquiera un centavo de su dinero.
Un hermoso día, el Maestro Ch`an (Zen) Mo (silencioso) Hsin (divino) fue a visitarlo.
-El monje dijo: “Suponga que mi puño estuviera cerrado así para siempre, desde el nacimiento hasta la muerte, sin cambio; ¿cómo llamaría a esto?...”
-“Una anormalidad (deformación).”
-“Suponga que esta mano estuviera abierta así para siempre, desde el nacimiento hasta la muerte, sin cambio; ¿cómo llamaría a esto?...”
-“Eso también sería una anormalidad.”
-“Sólo es preciso que usted comprenda lo que acabamos de conversar, para que se convierta en una persona rica y feliz.

Soñando
El gran maestro Taoísta Chuang Tzu soñó una vez que era una mariposa revoloteando aquí y allá. En el sueño no tenía conciencia de su individualidad como persona. Era sólo una mariposa. De pronto, se despertó y se encontró ahí acostado, una persona otra vez. Pero entonces pensó para sí mismo, "¿Era antes un hombre que soñaba ser una mariposa, o soy ahora una mariposa que sueña ser un hombre?"

jueves, 6 de octubre de 2016

Sufrimiento, libido y noción del Yo en la psicología y el Budismo


Sufrimiento, líbido y noción del Yo en la Psicología y el Budismo, por Juan Manuel Otero Barrigón


Si hablaremos de psicología, a la que nos referiremos es a la psicología clínica, es decir, aquella originada en el klinein, en el inclinarse del antiguo médico sobre el lecho del paciente sufriente (klinike era la práctica medieval de atender al enfermo que se encontraba recostado en su cama), tal como lo indica su significado original.

La psicología clínica nace motivada en dar una respuesta integral y eficaz al sufrimiento humano, a las vicisitudes que en el ciclo vital atraviesa toda persona, y al carácter conflictivo del hombre mismo, en toda su dimensión.

Y es esta misma preocupación originaria la que determina el surgimiento de la filosofía del príncipe Siddharta Gautama, el llamado Iluminado. Del otro lado del mundo, y con varios siglos de anticipación, el Budismo surge haciéndose las mismas preguntas, en un sentido puramente existencial y metafísico. En el mismísimo punto de partida del camino del príncipe Siddharta encontramos su preocupación primordial por la condición sufriente del hombre. ¿Por qué envejecer y morir? ¿Por qué sufrir? ¿Cúal es el sentido de la existencia a la luz de la multitud de pesares a las que estamos sujetos en nuestra condición humana actual? Todas estas preguntas se las hará el joven príncipe en el inicio de su recorrido espiritual; recorrido que, y ateniéndonos a los registros biográfico-legendarios que tenemos de su existencia, trazaran la multitud de vivencias que lo acompañarán hasta el despertar (satori) a la sombra del árbol bodhi.

Este primer paralelo nos deja entrever la afinidad original existente entre la psicología, en su dimensión clínico-asistencial y la filosofía de vida budista. Ambas tienen al hombre como objeto de estudio y de interrogación desde el comienzo, y ambas buscan brindar una respuesta y una solución a la misma condición sufriente que atraviesa al hombre en todas las etapas de su vida.

La historia nos cuenta que, habiendo crecido rodeado de multitud de placeres y privilegios, el príncipe Siddharta fue objeto de lo que en la historiografía del Budismo se conoce como las cuatro visiones, con motivo de un desfile ceremonial en el imperio de los Shakya, su tribu de origen. Su padre, que estaba advertido del destino de asceta que le deparaba al joven príncipe, y decidido a impedir por todos los medios que la profecía se cumpliera y que Siddharta abandonara la vida palaciega para dedicarse a los asuntos espirituales, había procurado evitarle cualquier tipo de contacto con las cosas del mundo exterior, especialmente con los sufrimientos y pesares de la vida misma. Empero, no puede eludirse el Dharma universal, y fue en esa ceremonia imperial en la que los ojos de Siddharta tomaron contacto por primera vez, en sus veintitantos años de vida, con la realidad del sufrimiento. Un muerto, un leproso, un anciano y un saddhu (monje) fueron las cuatro visiones que el príncipe tuvo en esa ceremonia, a pesar de los intentos paternos de limpiar el camino de todo estímulo perturbador. No había caso, el destino del joven príncipe debía cumplirse.

Fue entonces que, perturbado por estas visiones, decidido a encontrar una explicación a tanto sufrimiento y dolor, conmovido a su vez por la paz y la serenidad espiritual irradiada por el anciano asceta, Siddharta tomó una decisión radical, la gran decisión: abandonó todo. Palacio, esposa, hijo y un futuro como rey de su tribu quedaron atrás para el príncipe, que ya había encontrado un sentido para su vida, un camino de búsqueda que respondiera a sus interrogantes profundos. El Budismo nace así, al igual que la psicología clínica, con el fin de brindar una ayuda y una respuesta práctica (y también teórica y existencial, según el caso) al problema del sufrimiento.

Se ha dicho más de una vez que el budismo es la más psicológica de las filosofías orientales. Y en efecto es quizás, el sistema de pensamiento oriental que más aportes ha hecho y con el cual mayor cantidad de puentes pueden establecerse si de saber psicológico se trata. Ya hemos visto la motivación originaria del fundador del budismo, y hemos podido tomar nota de coincidencia con los fines de la psicología clínica. Ahora bien, ¿qué más ha dicho la filosofía del Buda que nos competa como psicólogos? ¿qué otros conceptos propone dicha filosofía? Para responder a esta pregunta, tendremos que tomar en consideración algunos conceptos pilar de esta filosofía existencial, conceptos entre los cuales, destacaremos el de impermanencia (Annica) e impersonalidad (Anatta).


Cuando Buda habla de Anicca o impermanencia, se refiere al constante surgimiento, el constante devenir y la constante desaparición de todos los fenómenos. Dicho en otras palabras, no hay nada permanente: todo está sujeto al devenir, al cambio, por lo tanto, no hay nada a lo que aferrarse. El deseo, al cual Buda responsabilizará por la existencia del sufrimiento en el hombre, se termina cuando se alcanza el objeto, pero si todo cambia, incluso cuando dicho objeto se consigue, seguirá cambiando y ya no será el mismo. Es por este motivo que los anhelos se denominan sed, y el hombre está verdaderamente, sediento eternamente, ya que, cuando mitiga su sed, esta se transforma, prolongando así una interminable rueda cíclica de deseos. Siempre se está en estado de tensión según Buda, y esto ata al hombre a la experiencia sufriente.

Por otra parte, al hablar de Anatta o impersonalidad, nos será de suma importancia considerar como es que el Budismo entiende al Yo, mejor dicho, que es el Yo para el Budismo.
El Budismo habla del Yo como de un conjunto de cinco elementos o agregados. Uno es físico, y el resto son mentales. La forma, el primero de ellos, está constituida a su vez por los cuatro elementos que integran la materia: tierra, agua, aire y fuego. El segundo elemento es la percepción, es decir, la facultad sensorial por la cual tomamos nota y conocimiento del mundo, y de todo lo que nos rodea. El tercer elemento es la sensación, esto es, la impresión que causan los objetos sobre los sentidos. El cuarto elemento es el esquema o hábito mental, que se constituye como producto de las impresiones reiteradas. Y finalmente, el quinto y último elemento es la conciencia, objeto de transmigración entre una reencarnación y otra, para algunos budistas.

Cuando una persona muere, de acuerdo a ciertas corrientes del Budismo, el cuerpo se desintegra y cada elemento constitutivo, tierra, agua, aire y fuego vuelven a sus respectivos orígenes. Y así como existen receptáculos para los elementos físicos, también se supone la existencia de reservorios de carácter más abstracto para los elementos mentales. De esta manera, podemos suponer que para reencarnar, es necesario que se vuelvan a reunir los cinco componentes, volviendo, en esencia, la conciencia, el único que se va modificando a lo largo del proceso de muerte y renacimiento, para ir perfeccionándose progresivamente, hasta alcanzar el Nirvana o liberación.

Entonces, cabría ahora preguntarnos: ¿qué hay del yo y de la identidad a la que tanto nos aferramos en occidente y cuya conceptualización es tan crucial para la psicología? Efectivamente, solemos entender al yo como aquella instancia psíquica que nos imprime una copia de la realidad, que obtiene las percepciones del mundo exterior e instaura además, y de acuerdo a la teoría psicoanalítica, el principio de realidad que destituye al principio de placer. El yo integra nuestra identidad, que es aquel sentido que proporciona a la personalidad una unidad y coherencia en el tiempo. Es debido a que poseemos identidad, que somos y nos reconocemos como nosotros mismos en las distintas épocas de la vida, y cuya naturaleza está por lo tanto perturbada en mayor o menos medida, en las distintas patologías mentales. Ahora bien, si todo es transitorio y al momento de morir, todo aquello que nos constituye desaparece (excepto recordemos, la conciencia, cuyo concepto difiere del de identidad y yo), ¿qué hay del yo y de la identidad para el Budismo?

Pues bien, el Budismo responderá que no hay tal yo permanente, ni tampoco tal identidad. Dado que todo es impermanente y fluye, y que no existe ningún eje que nos defina como seres individuales, indiferenciados, y poseedores de una mismidad que nos haga únicos y diferentes al resto, nuestro yo es insubstancial, es decir, no posee ningún fondo o contenido propio que haga que, por ejemplo, exista un pensador detrás de cada pensamiento. Somos, en tanto y en cuanto los cinco elementos que nos integran están unidos por el tiempo que dura nuestra vida. Cuando estos elementos se separan al morir, sólo queda la conciencia que trasciende, pero ya no hay substancia de ningún tipo, y por lo tanto, ya no hay yo ni identidad.

Algunas escuelas budistas antiguas irán más lejos aún, alegando que ni siquiera la conciencia permanece tras la muerte corporal, por lo que ninguno de los cinco elementos constitutivos perdura tras el cumplimiento del ciclo de la vida. Según esta concepción, lo único que generará las condiciones para un nuevo nacimiento será el karma, aquel eco impersonal que brota como respuesta de todo cuanto hacemos, decimos y pensamos. 


Vemos como en esta concepción, el Budismo difiere profundamente de prácticamente todas las escuelas psicológicas conocidas, y las consecuencias de tales planteos, darían lugar a numerosas reflexiones que en alguna oportunidad seguiremos desarrollando.

Por último repararemos en la noción de líbido, concepto psicoanalítico entendido por su fundador, y que aquí simplificaremos, como aquella energía, considerada en su dimensión de magnitud cuantitativa, que siendo vital e instintiva gobierna el inconciente y dirige la conducta hacia el placer.

Cuando el Budismo habla de deseo como causa del sufrimiento, se refiere fundamentalmente al apego, esa sed infinita que continuamente tiende hacia un objeto distinto, encerrándonos en un círculo vicioso que no nos permite salir. En este sentido, difiere del sentido que Freud le daba a la palabra líbido. Puede haber, de acuerdo a la filosofía búdica, un tipo saludable de líbido, como lo es el instinto de conservación, el dar y recibir placer o amor; o bien un tipo destructivo, que es el que tiende a la desaparición y la muerte. Sin embargo, el deseo para los budistas, es causa y razón del sufrimiento debido a que la realidad nos demuestra constantemente que no obtenemos lo que queremos o deseamos, sino que muchas veces ocurre lo contrario, razón por la cual, el deseo nunca es en definitiva, ni en ningún caso, a diferencia de la líbido, positivo.

La preocupación por el sufrimiento humano, las nociones de yo y de identidad, y la conceptualización de la líbido y el apego son solamente algunos de los paralelos que pueden invitarnos a reflexionar sobre los posibles puentes a tenderse entre la psicología clínica y la filosofía budista. Estas palabras compartidas son solamente una introducción, una invitación a continuar profundizando el diálogo entre la psicología de Occidente y los senderos orientales de liberación, con fundamentos que rescaten lo mas auténtico, genuino y enriquecedor de estas concepciones ancestrales de la vida.

Bibliografía básica:

* Laplanche, Jean; Pontalis, Jean. Diccionario de Psicoanálisis.
* Tallaferro, Alberto. Curso básico de Psicoanálisis. Editorial Paidós, Bs As, 1970.
* Wolpin, Samuel. Todas las respuestas del Budismo. Ediciones del Amanecer Dorado, Bs As, 1992.

sábado, 1 de octubre de 2016

Existencia


¿Qué es la Existencia?


Es aquello que estando subliminalmente como Esencia en la trascendencia del propio Ser, no se encuentra por ninguna parte; es decir, que estando en todo no está en ningún lado. Porque la Existencia es infinita y eterna en sí misma, mientras que el universo, la naturaleza y la vida son temporales, efímeros y finalmente desaparecen.


La Existencia se encuentra detrás de todo lo que aparece y desaparece y de todas las transformaciones, mientras que ella se mantiene inalterable e imperecedera por siempre.

Por lo tanto, la Existencia es eso intangible e inexplicable que se verifica únicamente en la expansión de la Conciencia.

AON (Alejandro Omar Nepote)