viernes, 8 de julio de 2016

Estar en el saber (por Octavio Paz)



Para la tradición oriental la verdad es una experiencia personal. Por tanto, en sentido estricto, es incomunicable. Cada uno debe comenzar y rehacer por sí mismo el proceso de la verdad. Y nadie, excepto aquel que emprende la aventura, puede saber si ha llegado o no a la plenitud, a la identidad con el ser. El conocimiento es inefable. A veces, este "estar en el saber" se expresa con una carcajada, una sonrisa o una paradoja. Pero esa sonrisa puede también indicar que el adepto no ha encontrado nada. Todo el conocimiento se reduciría entonces a saber que el conocimiento es imposible. Una y otra vez los textos se complacen en este género de ambigüedades. La doctrina se resuelve en silencio. Tao es indefinible e innombrable: "El Tao que puede ser nombrado no es el Tao absoluto; los Nombres que pueden ser pronunciados no son los Nombres absolutos". Chuan-tsé afirma que el lenguaje, por su misma naturaleza, no puede expresar lo absoluto, dificultad que no es muy distinta a la que desvela a los creadores de la lógica simbólica. "Tao no puede ser definido… Aquel que conoce, no habla. Y el que habla no conoce. Por tanto, el Sabio predica la doctrina sin palabras." La condenación de las palabras procede de la incapacidad del lenguaje para transcender el mundo de los opuestos relativos e interdependientes, del esto en función del aquello. "Cuando la gente habla de aprehender la verdad, piensa en los libros. Pero los libros están hechos de palabras. Las palabras, claro está, tienen un valor. El valor de las palabras reside en el sentido que esconden. Ahora bien, este sentido no es sino un esfuerzo para alcanzar algo que no puede ser alcanzado realmente por las palabras". En efecto, el sentido apunta hacia las cosas, las señala, pero nunca las alcanza. Los objetos están más allá de las palabras.

Fragmentos del libro "El arco y la lira", de Octavio Paz




Nota del autor del blog: Agradezco muy especialmente a Luciano Casulla haber sugerido este hermoso texto de Octavio Paz. Gracias, Luciano!


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